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Hablar de UNO MISMO, es como una biografía en la que se relata la trayectoria del AUTOR de la misma, a ello me remito y cada uno hará lo mismo pero se supone que aquí no hay nombres ni nombrados ...solo hay lazos mencionados que forman parte de quien sí tiene un nombre y lo escribe en su propio LIBRO DE VIDA ya que la sanguineidad familiar está descrita en el ARBOL DE VIDA FLIAR y el LINAJE de la misma también. Para ello cito: 'No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca....' He vivido situaciones relevantes buenas y malas en mi vida personal y el camino ha sido un tanto pedregoso y duro de afrontar y que seguramente desde antes de nacer ya sabría que sería así,pero que agradezco, ya que de no haber sido de ese modo, no hubiera solo MADURADO para ser HOY FRUTO , sino que se me permitió CRECER Y EVOLUCIONAR interiormente para haber sido antes FLOR rompiendo estructuras ancestrales que nos forjan a ser como los demas quieren que nos veamos... para HOY llegar a ser LIBRE y mostrarme tal como YOSOY en la ESENCIA propia de mi ser.. No he sido una hija nada fácil, según tengo entendido pero todo lo que me enseñaron ( lo sepan ó no)mis padres y el colegio al que asistí para mi formación como persona, lo cumplí y me sirvió para ser RESPONSABLE y hacerme responsable de mis aciertos y equivocaciones. LO IMPORTANTE ES QUE NO ME FUI EN VICIO Y HOY me puedo ver y valorar porque me muestro y me ven tal cual soy. con defectos y virtudes pero que conoce hoy de ellos para vacilar. No me considero ejemplo de nadie ni copia fiel de ninguno ya, pero fui y soy APRENDIZ de mis propios errores por lo que HOY puedo afirmar que aprendí muchas lecciones como para entender y saber DE QUÉ SE TRATA 'VIVIR'. Seguramente me falten asignaturas pendientes, las que proyectadas en mis propios hijos me hacen y harán ver (evocando en mis recuerdos), lo que falta pulir ó afinar para sonar como una nota pura en el pentagrama de nuestra melodía familiar toda, pero sé que lo lograré porque lo importante fué, reconocer EL LUGAR que me tocó y le tocó a cada uno ocupar.En una biografía hay fechas, etapas . ... En mi LIBRO DE VIDA ...hay un COMIENZO, momentos ... sensaciones...emociones, movimiento...hay páginas que ya estaban escritas pero que AHORA y AQUÍ, hay cada día, una página nueva por escribir por la alegría de ser feliz porque soy mujer completa soy hija, he sido esposa y soy madre ...pero por sobre todas las cosas lo más importante es que he sido y soy en VERDAD AMADA por lo que ya no dejo renglones en blanco y HOY desde mi espacio se me permitió leer , corregir y completar lo que existe en MI HABER. De éste, mi LIBRO personal hay un solo AUTOR y Ël se reserva los derechos de escribir cuándo y cómo será el FINAL. Mientras ... me da tinta y paginas para dictarme dia a dia y disfrutar de lo que Él me dá para seguir haciendo y trabajar... para tratar de DAR lo que ABUNDA ... y no lo que SOBRE de (mi a veces) falta de HUMILDAD y MISERIAS que aún falten liberar. Lo comprometido es ahora DARSE CUENTA de ello. De mis tres hijos...ya cada uno escribirá su propia biografía 'si quieren' y si no... ya les llegará el momento oportuno y la hora indicada para escribir su propio LIBRO personal .

domingo, 26 de diciembre de 2010

“La Maestría del Amor” desde elotro lado del cristal....el AMOR no duele



Quizá nunca hayas pensado en esta cuestión, pero en mayor o en menor medida, todos nosotros somos maestros. Somos maestros porque tenemos el poder de crear y de dirigir nuestra propia vida.
De la misma manera en que las distintas sociedades y religiones de todo el mundo han creado una mitología increíble, nosotros creamos la nuestra. Nuestra mitología personal está poblada de héroes y villanos, ángeles y demonios, reyes y plebeyos.
Creamos una población entera en nuestra mente e incluimos múltiples personalidades para nosotros mismos. Después, adquirimos dominio sobre la imagen que vamos a utilizar en determinadas circunstancias. Nos convertimos en artistas del fingimiento y de la proyección de nuestra imagen y en maestros de cualquier cosa que creemos ser. Cuando conocemos a otras personas las clasificamos de inmediato según lo que nosotros creemos que son. Y actuamos del mismo modo con todas las personas y cosas que nos rodean.
Tienes el poder de crear. Tu poder es tan fuerte que cualquier cosa que decidas creer se convierte en realidad. Te creas a ti mismo, sea lo que sea que creas que eres. Eres como eres porque eso es lo que crees sobre ti mismo. Toda tu realidad, todo lo que crees, es fruto de tu propia creación. Tienes el mismo poder que cualquier otro ser humano en el mundo. La principal diferencia entre otra persona y tú estriba en la manera en que aplicas tu poder y en lo que creas con él. Tal vez te parezcas a otras personas en muchas cosas, pero no todo el mundo vive la vida de la misma manera que tú.
Has practicado toda tu vida para ser quien eres y lo haces tan bien que te has convertido en un maestro de lo que crees que eres. Eres un maestro de tu propia personalidad y de tus propias creencias; dominas cada acción y cada reacción. Practicas durante años y años hasta que alcanzas el nivel de maestría para ser lo que crees que eres. Y cuando por fin comprendemos que todos nosotros somos maestros, llegamos a ver qué tipo de maestría tenemos.
Cuando un niño tiene un problema con alguien, y se enfada, por la razón que sea, el enfado hace que el problema desaparezca y de este modo obtiene el resultado que quería. Entonces, vuelve a ocurrir, y vuelve a reaccionar con enfado, ya que ahora sabe que, si se enfada, el problema desaparecerá. Pues bien, después practica y practica hasta llegar a convertirse en un maestro del enfado.
Pues bien, de esta misma manera es como nos convertimos en maestros de los celos, en maestros de la tristeza o en maestros del auto-rechazo. Toda nuestra desdicha y nuestro sufrimiento tienen su origen en la práctica. Establecemos un acuerdo con nosotros mismos y lo practicamos hasta que llega a convertirse en una maestría completa.
El modo en que pensamos, el modo en que sentimos y el modo en que actuamos se convierte en algo tan rutinario que dejamos de prestar atención a lo que hacemos. Nos comportamos de una manera determinada sólo porque estamos acostumbrados a actuar y a reaccionar así.
Pero para convertirnos en maestros del amor tenemos que practicar el amor. El arte de las relaciones también es una maestría completa y el único modo de alcanzarla es mediante la práctica. Por consiguiente, para llegar a ser maestro en una relación hay que actuar. No se trata de adquirir determinados conceptos ni de alcanzar un conocimiento en concreto. Es una cuestión de acción. Ahora bien, evidentemente, para actuar es preciso contar con algún conocimiento o al menos con una mayor conciencia de la manera en que funcionamos los seres humanos.
Quiero que te imagines que vives en un planeta donde todas las personas padecen una enfermedad en la piel. Durante dos mil o tres mil años, la gente de este planeta ha sufrido la misma enfermedad: todo su cuerpo está cubierto de heridas infectadas, que cuando se tocan, duelen de verdad. Evidentemente, la gente cree que esta es la fisiología normal de la piel. Incluso los libros de medicina describen dicha enfermedad como el estado normal. Al nacer la piel está sana, pero a los tres o cuatro años de edad, empiezan a aparecer las primeras heridas y en la adolescencia, cubren todo el cuerpo.
¿Puedes imaginarte cómo se tratan esas personas? Para relacionarse entre sí tienen que proteger sus heridas. Casi nunca se tocan la piel las unas a las otras porque resulta demasiado doloroso, y si, por accidente, le tocas la piel a alguien, el dolor es tan intenso que de inmediato se enfada contigo y te toca a ti la tuya, sólo para desquitarse. Aun así, el instinto del amor es tan fuerte que en ese planeta se paga un precio elevado para tener relaciones con otras personas.
Bueno, imagínate que un día ocurre un milagro. Te despiertas y tu piel está completamente curada. Ya no tienes ninguna herida y no te duele cuando te tocan. Al tocar una piel sana se siente algo maravilloso porque la piel está hecha para la percepción. ¿Puedes imaginarte a ti mismo con una piel sana en un mundo en el que todas las personas tienen una enfermedad en la piel? No puedes tocar a los demás porque les duele y nadie te toca a ti porque piensan que te dolerá.
Si eres capaz de imaginarte esto, podrás comprender que si alguien de otro planeta viniera a visitarnos tendría una experiencia similar con los seres humanos. Pero no es nuestra piel la que está llena de heridas. Lo que el visitante descubriría es que la mente humana padece una enfermedad que se llama miedo. Al igual que la piel infectada de los habitantes de ese planeta imaginario, nuestro cuerpo emocional está lleno de heridas, de heridas infectadas por el veneno emocional. La enfermedad del miedo se manifiesta a través del enfado, del odio, de la tristeza, de la envidia y de la hipocresía, y el resultado de esta enfermedad son todas las emociones que provocan el sufrimiento del ser humano.
Todos los seres humanos padecen la misma enfermedad mental. Hasta podríamos decir que este mundo es un hospital mental. Sin embargo, esta enfermedad mental ha estado en el mundo desde hace miles de años. Los libros de medicina, psiquiatría y psicología la describen como un estado normal. La consideran normal, pero yo te digo que no lo es.
Cuando el miedo se hace demasiado intenso, la mente racional empieza a fallar y ya no es capaz de soportar todas esas heridas llenas de veneno. Los libros de psicología denominan a este fenómeno enfermedad mental. Lo llamamos esquizofrenia, paranoia, psicosis, pero la verdad es que estas enfermedades aparecen cuando la mente racional está tan asustada y las heridas duelen tanto, que es preferible romper el contacto con el mundo exterior.
Los seres humanos vivimos con el miedo continuo a ser heridos y esto da origen a grandes conflictos dondequiera que vayamos. La manera de relacionarnos los unos con los otros provoca tanto dolor emocional que, sin ninguna razón aparente, nos enfadamos y sentimos celos, envidia o tristeza. Incluso decir «te amo» puede resultar aterrador. Pero, aunque mantener una interacción emocional nos provoque dolor y nos dé miedo, seguimos haciéndolo, seguimos iniciando una relación, casándonos y teniendo hijos.
Debido al miedo que los seres humanos tenemos a ser heridos y a fin de proteger nuestras heridas emocionales, creamos algo muy sofisticado en nuestra mente: un gran sistema de negación. En ese sistema de negación nos convertimos en unos perfectos mentirosos. Mentimos tan bien, que nos mentimos a nosotros mismos e incluso nos creemos nuestras propias mentiras.
No nos percatamos de que estamos mintiendo, y en ocasiones, aun cuando sabemos que mentimos, justificamos la mentira y la excusamos para protegernos del dolor de nuestras heridas.
El sistema de negación es como un muro de niebla frente a nuestros ojos que nos ciega y nos impide ver la verdad. Llevamos una máscara social porque resulta demasiado doloroso vernos a nosotros mismos o permitir que otros nos vean tal como somos en realidad. El sistema de negación nos permite aparentar que toda la gente se cree lo que queremos que crean de nosotros. Y aunque colocamos estas barreras para protegernos y mantener alejada a la gente, también nos mantienen encerrados y restringen nuestra libertad. Los seres humanos se cobijan y se protegen y cuando alguien dice: «Te estás metiendo conmigo», no es exactamente verdad. Lo que sí es cierto es que estás tocando una de sus heridas mentales y él reacciona porque le duele.
Cuando tomas conciencia de que todas las personas que te rodean tienen heridas llenas de veneno emocional, empiezas a comprender las relaciones de los seres humanos en lo que los toltecas denominan el sueño del infierno.
Desde la perspectiva tolteca todo lo que creemos de nosotros y todo lo que sabemos de nuestro mundo es un sueño. Si examinas cualquier descripción religiosa del infierno te das cuenta de que no difiere de la sociedad de los seres humanos, del modo en que soñamos.

Extracto del libro “La Maestría del Amor” del Dr. Miguel Ruiz

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